
 
 
Había una vez...
...Un príncipe que quería casarse con una princesa, pero pretendía una 
princesa como la que él había imaginado en sueños. Por lo que se dedicó a 
buscarla por el mundo entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le 
presentaban les hallaba algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca 
podía estar seguro de que lo fuesen de veras: siempre había en ellas alguna 
cosa que le disgustaba. Así que regresó a casa lamentando no haber 
encontrado la princesita que él andaba buscando, pues ¡deseaba tanto una 
verdadera princesa!
Llegó una noche en que se desató una tormenta muy fuerte, en que pululaban 
los rayos y los truenos y la lluvia caía a cántaros. En medio de la terrible 
tempestad, tocaron a la puerta de la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en 
persona.
En el umbral había una princesa. Pero, ¡santo cielo, cómo se había puesto 
con el mal tiempo y la lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, 
se le colaba en los zapatos y su estado era deplorable. A pesar de esto, 
ella insistía en que era una princesa real y verdadera.
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