En el patio de una casita pequeña había un árbol viejo y grande. Su tronco torcido era amplio y sus ramas se extendían sin orden a su alrededor. La tierra debajo de su extendida sombra era gris y polvorida. Las ramas del árbol no brindaban fruta solo hojas grandes y pequeñas, dependiendo en su logro de sujetarse a las caóticas ramas. Tenia muchas hojas verdosas, algunas pintadas con betas doradas y otras con pecas negras. Y todos los días el que hacer del niño de la casa era salir y atender a el árbol porque su padre había querido que fuera así.
El niño salía diariamente con su rastillo y sus bolsas enormes para recoger las hojas caídas y amontonarlas en las bolsas. El conseguía las bolsas mas grandes para poder guardar la máxima cantidad en ellas. Le costaba mucho trabajo y el pensaba, “Porque mi padre me ha mandado esta responsabilidad tan grande? Yo soy muy pequeño y este árbol, él es tan grande, como yo puedo ocuparme de esta carga yo solo?” Pero él era un niño de conciencia y quería complacer a su padre, y así seguía haciendo su trabajo por costoso que le fuera.
CONTINUAR LEYENDO AQUÌ!!!
Comentarios
Publicar un comentario