Había una vez...
... Una amplia llanura donde pastaban las ovejas y las vacas. Y del otro
lado de la extensa pradera, se hallaba el hermoso jardín rodeado de
avellanos.
El centro del jardín era dominado por un rosal totalmente cubierto de
flores durante todo el año. Y allí, en ese aromático mundo de color, vivía
un caracol, con todo lo que representaba su mundo, a cuestas, pues sobre sus
espaldas llevaba su casa y sus pertenencias.
Y se hablaba a sí mismo sobre su momento de ser útil en la
vida: -¡Paciencia! -decía el caracol-. Ya llegará mi hora. Haré mucho más
que dar rosas o avellanas, muchísimo más que dar leche como las vacas y las
ovejas.
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